En La Barraca de las Papas no nos olvidamos que estamos en época de vendimia y nos hemos ido a conocer a un gran enólogo/elaborador y, sobre todo, un apasionado de la viticultura y la enología, lo que en mi pueblo sería “un currante de pico y pala”, constante, tenaz y con las ideas muy claras. Al frente de un proyecto que arrancó en el año 1991 siguiendo la senda que le marcó su padre en los años 80, Juan Carlos Vizcarra es un hombre amable, cercano y muy entusiasta.
Nos sorprende el trasiego… En Bodegas Vizcarra están en plena vendimia. Tomamos un café y nos invita a ver la antigua bodega, que está restaurando con mucho cariño. En ella se encuentran prácticamente todos los vinos y añadas de esta bodega. Nos cuenta cómo está diseñando el “cementerio” y cómo elaboraban cuando él era pequeño el vino, en un depósito de hormigón que aún hoy se conserva. Salimos de allí y continuamos la visita (con una botella de Vizcarra Torralvo de 1999 bajo el brazo que cataremos después). Nos dirigimos al campo, al viñedo, al lugar donde empieza todo, al corazón, sí, al corazón porque todo lo que se hace en la viña luego se refleja en el vino, y nos damos cuenta del buen hacer, del trabajo de todo un año, de las podas, de la selección de la uva, del destino de cada una dependiendo del tipo de terreno y la edad del viñedo, y nos cuenta que en dos días tiene que recoger todo lo que queda pues la previsión de lluvias puede acabar con todo un año de trabajo.
Y del campo a la bodega, para ver el proceso de elaboración, antes de entrar en la bodega (sobra decir que la vendimia es absolutamente manual y en cajas de 15 kg). Los racimos pasan por una mesa de selección, de allí a la despalilladora y, después, en otra mesa de selección, pasa grano a grano hasta llegar al OVI (como nos dijo Juan Carlos, objeto volante identificado), que es un depósito especial destinado al transporte de la uva en bodega, situado debajo de la mesa de selección. En este caso, lo que vimos fue un transporte de uva, cómo el OVI se colocaba encima del depósito y descargaba el grano llenándolo, no sin antes haber añadido una gran cantidad de CO2 para evitar oxidaciones que hagan peligrar la calidad de la uva, con lo que se consiguen unos vinos más aromáticos y con gran personalidad.
Vemos los depósitos, catamos los mostos (hemos de decir que todos los procesos de elaboración y crianza se realizan por gravedad, evitando la utilización de bombas), nos enseña la embotelladora y de allí a la sala de barricas, donde volvemos a catar los coupages, con los que luego Juan Carlos hará su “magia” y elaborará sus maravillosos vinos.
Y, lo dicho, a catar…
Los vinos
Vizcarra Torralvo 1999
Con esta edad (17 añitos de nada), uno espera encontrarse un vino triste, caído… y nada más lejos de la realidad. Nos sorprendemos muchísimo al ver la cantidad de color y capa que aún conserva y los aromas… la fruta, a pesar de la edad, está aún muy presente: moras, ciruelas, no es fruta fresca, es más bien compotada. Cuando pasamos a boca la sorpresa es aún mayor, es untuoso, elegante, apreciamos la evolución porque nos deja un cierto “dulzor”, pero tiene una boca impresionante, estructurada, amplia.
Celia Vizcarra 2011
Elaboración por gravedad
Edad del viñedo: más de 50 años
Tempranillo/Garnacha
16 meses barrica
Color picota, de capa alta, nariz intensa y compleja, fruta madura, moras, especias dulces, monte bajo, en boca es un vino con mucha estructura, muy untuoso, muy largo y sabroso. Sorprende lo bien integrada que está la madera, tanto en nariz como en boca.
Inés Vizcarra 2012
Elaboración por gravedad
Edad del viñedo: más de 50 años
Tempranillo/Merlot
16 meses de barrica
Color picota muy intenso, capa alta, limpio y brillante, nariz muy compleja, potente, mucha fruta negra, cacaos, frutos secos, balsámicos, en boca tiene un paso sedoso, intenso. Una vez más, la madera está perfectamente integrada, tiene mucha estructura y mucha intensidad, es muy untuoso, muy largo y con una retronasal con mucho cacao.
En definitiva, se trata de vinos muy expresivos, con mucha fuerza y mucha personalidad, como esta bodega. Muchas gracias a la familia Vizcarra por su acogida, por enseñarnos tanto, por hacernos respirar y sentir la Ribera de Duero desde el punto de vista de las personas que la trabajan y la aman. Ha sido la primera vez que entramos en su casa, Sr. Vizcarra, pero prometemos que no será la última (amenazamos con volver).