14 viñadores independientes, procedentes de 10 provincias españolas (Albacete, Ávila, Barcelona, Burgos, Cuenca, León, Murcia, Segovia, Toledo, Valladolid y Zamora), participan mañana en Mala Uva, la primera edición de la feria de vino natural, que se celebra en La Caníbal de Lavapiés (C/ Argumosa, 28). Los viticultores presentan sus vinos elaborados sin ningún aditivo enológico, de uvas cultivadas y fermentadas por ellos mismos. MalaUva nace de la colaboración entre La Caníbal y otros dos locales madrileños especializados en vino natural, Cascorro Bistrot (Plaza de Cascorro, 21) y Bendito (Mercado de San Fernando, 41).
Los vinos naturales
Los vinos naturales son aquellos que no emplean ácidos, taninos, clarificantes, sulfitos ni levaduras comerciales. Tal y como explica el enólogo Luis Vida, coordinador de la feria Mala Uva, «los sulfitos inhiben bacterias y levaduras salvajes en la fermentación. Más que defectos, la libertad ‘biológica’ del vino natural refleja el auténtico carácter de la uva, amplifica sus colores, aromas y sabores«. “Estos vinos no maduran en roble nuevo ni tostado porque maquilla la fruta”, añade. En cierto modo, suponen un regreso a los orígenes, “al vino de los abuelos”, aunando sensibilidad y conocimientos modernos. “El modelo de antaño se basaba en la necesidad de alimento, buscaba más calorías que placer”, diferencia Luis Vida. Hoy en día, el vino natural se ha consolidado en capitales internacionales como París, Londres, Barcelona, Roma, Copenhague e, incluso, Nueva York. Mañana los podremos disfrutar en el madrileño barrio de Lavapiés.
“Al ser más saludables, refrescantes y afrutados, los vinos naturales resultan fáciles de beber para las nuevas generaciones”, explica Carlos Campillo, gerente de Cascorro Bistrot. Cerca de 18 millones y medio de españoles beben entre cinco y seis copas semanales, la mayoría de tinto, según los datos del Observatorio Español del Mercado del Vino (OEMV). Las mujeres se decantan por blancos (57%) y rosados (32%), que también crecen entre los jóvenes.
Los viticultores participantes en Mala Uva
Tres viñadores llegan procedentes de la Sierra de Gredos en Ávila, la región con mayor representación en MalaUva: de origen italiano y escocés, el carismático Fabio Bartolomei (Ambiz) cultiva en El Tiemblo; Daniel Ramos (Zerberos Finca) recupera viñedos desusados en Cebreros; y Raúl Calle trabaja suelos perdidos de Navarredondilla, Sotillo de La Adrada y Santa María del Tiétar. Principalmente, sus variedades proceden de la uva Garnacha, aunque también combinan Sauvignon Blanc y Albillo Real.
Siguiendo en Castilla y León, encontramos a Ismael Gozalo (Microbio Wines), que es la quinta generación al frente de sus centenarias viñas de verdejo en Segovia, previas a la filoxera. Entre sus numerosas etiquetas, su rosado ‘Correcaminos’ se elabora casi en exclusiva para el mercado neoyorquino, a partir de uva Tempranillo con un ligero porcentaje de Verdejo. Como curiosidad, su embotellado sigue las fases de la luna.
La participación castellano-leonesa la completan Alfredo Maestro (Bodegas Maestro Tejero), que cultiva viñedos de Tempranillo a 1.000 metros de altitud sobre suelos de cantos rodados en Peñafiel, corazón de la Ribera del Duero, y Valtiendas; Juan José Moreno (La Microbodega del Alumbro), que mima la Tempranillo y la Godello en sus pagos de Villamor de los Escuderos, Zamora; Diego Lozana (El Bierzo, León) y Julien Benhamou (Bodegas Coruña del Conde, Burgos).
De Castilla La Mancha participan cuatro viticultores. Samuel Cano (Bodegas Patio) cultiva en el vértice de tres provincias (Cuenca, Toledo y Ciudad Real) en su finca en Mota del Cuervo, donde crecen viñas de uvas blancas (Airén, Vigiriega) y tintas (Syrah, Petit Verdot, Graciano). Fermenta sus vinos en el patio y las habitaciones de su casona, en barricas en posición vertical y sin tapa. Carmen y Luis López Delgado (Uva de Vida) traen sus tintos biodinámicos 100% Graciano de Santa Olalla, Torrijos. Además de melones y pimientos ecológicos, el agricultor Julián Ruíz (Esencia Rural) desarrolla la variedad autóctona Tinto Velasco en sus viñedos prefiloxéricos de Quero. Y, por último, Iván y Ana Gratias (Bodegas Gratias), que cultivan en La Manchuela, comarca situada entre la llanura albaceteña y la serranía de Cuenca, limítrofe además con la denominación Utiel-Requena. Sus vinos éticos proceden de la tinta Bobal, la blanca Tardana y la tinta Pintailllo o Pintailla, una variedad de uva en peligro de extinción.
La representación mediterránea llega de la mano del ingeniero agrónomo Rubén Parera (Celler Finca Parera), que reconvierte la herencia vitivinícola de su padre Jordi en agricultura biodinámica. En su viñedo combina las uvas foráneas Merlot, Cabernet Sauvignon, Gewürztraminer y Chardonnay con otras autóctonas, como la Xarel·lo y la Sumoll, en su día la más extendida de la zona. Y de Juan Pascual (Viña Enebro), que cuida la Monastrell en su finca Llano Rubio de Cehegín, noroeste de Murcia. La fermentación con levadura autóctona genera unos tintos pigmentados de ribetes violáceos.
Todos los participantes en Mala Uva coinciden en una máxima y es que cada vino natural recrea la personalidad del viticultor, en conexión directa con la uva y su viñedo. Refleja una forma de vida, basada en el amor al buen comer y beber, en un consumo tan responsable como sostenible.
Imágenes del artículo: Abel Valdenebro